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EL CACIQUE, INAENKA Y EL HABLADOR.
Un amigo mío, gran aficionado a los vinos, pues, vive en un pueblo que dio su nombre a un insigne vino blanco, y sobre todo coleccionista
emérito de libros de todos tipos, suele, cuando le cae uno de lengua castellana en las manos, señalármelo.
Hace poco me enseñó una rareza muy exepcional. En realidad se trataba más de la ruina casi arqueológica de un libro bastante
gastado. Estaba en muy mal estado: no tenía tapa tampoco portada, había muchas hojas sueltas y desorganizadas y pocos capítulos
completos aún encuadernados. Carecía de las primeras páginas que habrían podido informarnos de su título, de su autor y de la
fecha de su edición. Sin embargo, por el estilo de las letras impresas y por la calidad del papel amarillento no cabía duda de
que era un libro imprimido unos siglos atrás.
Hojeando las páginas salvadas uno podía darse cuenta de que se trataba de una especie de selección de relatos de viajes hacia
varias partes del mundo, cuyo punto común era que los principales participantes de esos periplos eran frailes españoles.
Mayormente, las destinaciones de esos recorridos se encontraban dentro del Imperio español de aquellos tiempos. A pesar de eso,
nada vinculaba suficientemente los diferentes relatos para que pudiésemos encontrar las razones precisas que impulsaban aquellas
empresas: ¿evangelización, humanidades, conocimientos científicos...?
De los capítulos enteros que se podían leer y entender, el número XXIII constaba de cincuenta y ocho páginas que relataban el
viaje a la
"Gran Selva de las Indias" que desempeñó un fraile dominicano, herborista del convento salmantino de San Esteban,
un tal Fray Antonio de Zamora. El relato de ese religioso describía con muchos pormenores y detalles, a veces muy picarescos,
esos "paganos que viven aún fuera de la verdadera fe": su vida entre ellos, sus costumbres, sus creencias. Fray Antonio de
Zamora parecía conocer agudamente el lenguaje de esos "nuevos súbditos de su Majestad el Rey de España". No obstante, ninguno
de esos elementos podía hacernos intuir la época en la cual ocurrió ese viaje. Los conocimientos entonces acertados de aquellas
poblaciones ajenas nos indicaban que la fecha de ese documento no sería tan antigua.
En su texto, ese dominico salmantino reseñaba un diálogo entre dos naturales notarios de esa lejana selva; tiene forma de un cuento
didáctico y me pareció muy interesante. Lo he copiado y a continuación lo podrán leer. Para que esa narración pueda entenderse
mejor, he agregado algunas notas instruidas por los elementos facilitados por Fray Antonio y a raíz de mis propias lecturas.
- - "A ti, Hablador, que cimenta a los hombres del kubimachu (1) con las
palabras que salen de tu boca, a ti, cuya sabiduría
y ciencia te permiten conversar sin intermediario con Tasurinchikubi (2)
cuyo poder de vida y muerte da temor a los hombres, a ti, que apaciguas las almas desasosegadas como amansas con tu sola presencia
a los animales salvajes, pedí que viniera a hablarme y aconsejarme, porque las palabras de los hombres no son más exactas
ni prudentes que el jorobar de los guacamayos(3).
- - A ti, Tata Kintibakori(4), dueño de ese lugar, Cacique de los
Machigüengüas(5), cuya fuerza y valor es digna de
Pachakubi(6),a ti, que tiene la cautela política del puma, el poder del cóndor de alto volar, a tí, cuyos deseos son
imprescindibles había
de acudir sin demora.
- - A ti, Hablador, que recorre la selva por cerros y llanuras, por ríos y lagunas, con la inteligencia de los
insectos para alcanzar los lugares insondables y aprender de sus secretos, tengo que abrir mi alma dolorida.
- - Todo lo que oiré de tu boca, Tata Kintibakori,
si hablas sin miedo y sin reserva, a mí muy útil será porque de las honduras y sinceras almas se nutre
mi función y mi discurso.
- - Te hablaré, pues, con toda sinceridad y honradez.
- - Habla, señor, con toda libertad, por no ser yo Unguymaman
(7), la anaconda grande.
- - Ni una sola palabra contesté a esa ruin criatura, sin embargo mi corazón padece una mortal enfermedad.
Dicen que a la orilla del Meshiareni(8)
vive y reina una mujer cuya belleza deslumbra a Intikubi(9).
En cuanto me hablaron de esa criatura maravillosa, cada noche la sirena del bosque sube a las
cimas de los grandes lupumas (10) a fin de conversar
con las estrellas, cada noche su cantar hermoso y suave, más que el parlar del viento en los árboles,
llena mi alma de nostalgia y ablanda mi afán guerrero. Cada noche, sueño con la imagen lozana de
Inaenka(11),
reina de los Meshiarenis a orillas del río
Meshiareni. Cada noche en mi sueño veo a esa magnífica
hembra bailando al compás del canto lunar de la sirena del bosque y la piel de su joven cuerpo
refleja el ineludible deseo que intranquiliza mi aliento y mi sangre. Sobran mis guerreros para
que cumplan con la voluntad de Güngüakubi(12) y conquisten su dichoso territorio.
Mas, con ese
sometimiento, mala costumbre de los Machikakas(13) que sacan la sangre de
Yakubi(14), no conseguiré apaciguar mis deseos y,
así ella lo hizo conmigo, conquistar sus sueños y su alma.
- - ¿Cómo quieres que aconseje yo el Gran Cacique de los Machigüengüas,
hijos de Pachakubi y servidores
de Güengüakubi?
- - Ya las lunas no son suficientes para medir la antigüedad de mi historia. El tiempo dejó
atrás mi juventud y mi ardor. Solo me protege la fidelidad de mis numerosos hijos guerreros
entregándome el honor que por mi glorioso pasado merezco. Mas la rapidez del puma de mis piernas corriendo,
la firmeza del uacari(15) de mis muslos bailando, la dureza de piedra
de mi vientre peleando, la fuerza del caobas(16) de mis brazos castigando, el vigor de mi voz ordenando se
convirtieron, desde luego, en la indecisión de mis pasos, en la flaqueza de las hierbas, en una barriga
sobresaliente, en la debilidad de ramas secas, en papadas que me obligan ahora a pedirte consejos. No
obstante, la lozanía del hijo de Güengüakubi sigue eterna dentro de ese cuerpo gastado, empero con tal pésimo
aspecto, mi intranquilidad tendrá poca fortuna en mi anhelo de paz cerca de
Inaenka.
- - ¿Cómo podría yo ayudar al hijo de Pachakubi en una tan penosa duda?
- Tú, Hablador, de tanta fama ciencia y sabiduría, puedes ayudar a ese hijo de
Pachakubi usando los altos poderes que conseguiste recorriendo toda
la selva, desde lunas y lunas, conversando con todos los moradores de que consta: plantas, animales y hombres.
Tú puedes, mediante la magia que conoces, devolverme mi lozanía de antaño para que recobre mi fuerza juvenil, mi aliento
inagotable en un cuerpo nuevamente vigoroso y soberbio. Así podré conquistar a la suave y hermosa Inaeka11 sin pedir el
respaldo de Güengüakubi y mi gloria se extenderá hacia las orillas del
celeste río Meshiareni. Si no puedes lograr tan incierto sortilegio, ¿conocerías algún mago que podría satisfacer
mi urgente y noble deseo?
- - Tata Kintibakori, señor glorioso de los
Machigüengüas, a fin de responder a tu petición he de contarte
la historia de una soberana y de su amante mago.
- - Cuéntamela, Hablador, y hazme disfrutar de tu sabiduría.
- - En un país celeste y dichoso, vivía y reinaba una hermosísima mujer. La luz del sol y de la luna palidecía cuando
su sonrisa enseñaba sus inmaculados dientes. De noche, la juventud de su enérgica silueta dibujada por la luna
atormentaba a los varones. Tenía por amante a su mago, fiel servidor, amoroso y celoso de su dueña. Un día la
reina dijo a su amante: "Tu amor sobrenatural me hace cada día más bella. Esa belleza molesta a
Yakubi y me impide gobernar nuestro pueblo como Él lo manda.
Tienes que usar tu poder mágico para hacerme vieja y fea cuando brilla el sol y siempre hermosa cuando sale la luna.
"Su servidor y amante, el mago, cumplió con su deseo sin demora. Así, de día, su soberana amada tenía la apariencia
de una vieja gastada y fea mientras que, en el secreto de las noches lunares, podía gozar de su increíble y
clandestina hermosura.
- - ¿Quién era ese mago tan diestro para cumplir con tan singular deseo de su amada?
- Te lo voy a decir, señor Tata Kintibakori. Antes, has de
saber que la felicidad de sus amores nocturnos no permaneció más de una luna.
- Dime, Hablador: ¿qué le faltaba a ese dichoso amante?
- Le faltaba lo imprescindible, poderoso Tata Kintibakori.
Le faltaban las palabras, hablar, poder hablar con los demás de su dicha, atestiguar la belleza de su escondida y noble
amada y presumir de ella. Sin las palabras, la felicidad no puede florecer.
- - ¿Cómo se llamaban esos infelices amantes?
- - El mago amante era tu servidor, el Hablador a quien has pedido ayuda, la reina se llamaba
Inaenka..."
Fray Antonio, que parecía conocer más de botánica que de asuntos del amor, añadió a la historia esa torpe y extraña moraleja:
"Cuando hembra aproxima
De machos señores
Así de sus servidores
El seso se esfuma."
NOTAS:
1 "kubimachu" : dice Fray Antonio que el sonido "kubi", encontrado como sufijo o prefijo, intuye una idea abstracta o
divinizada; y "machu" significa todo. Así "kubimachu" puede entenderse como el universo, o el Dios del Universo.
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2 "tasurinchikubi": la palabra "tasurinchi" alude al conjunto del mundo vegetal; "tasurinchikubi" puede
interpretarse como la divinidad de las plantas o de la medicina.
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3 "guacamayo": es una voz hispánica que se refiere a unas aves tropicales de la familia de los loros.
Especie famosa por su habilidad a hablar.
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4 "Tata Kintibakori": Dice Fray Antonio, que "tata" es padre. No encontré significación para el apellido "Kintikori".
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5 "machigüengüas": Fray Antonio indica claramente que"machi" se usa por "hombre" o "humanidad", mientras
"güengüa" es la guerra. Pues los "machigüengäs" son los hombres de guerra.
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6 "Pachakubi": En varios libros encontré que "pacha" es otro apellido usual del jaguar, feria muchas veces
considerada como el padre de la humanidad. "Pachakubi" podrá llamarse la divinidad máxima de aquella mitología.
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7 "Unguymaman" : la anaconda grande": Antiguos textos peruanos relatan la leyenda de "Unguymaman,
la anaconda grande" o "Madre de las Enfermedades". La leyenda dice que esa serpiente monstruosa vive en las aguas
profundas y sale en las noches oscuras. Entonces, la Madre de las Enfermedades llama de casa en casa con una voz lúgubre.
Desdichado cualquiera le contesta, porque Unguymaman le dará la enfermedad.
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8 "Meshiareni" : Fray Antonio relata que esos hombres llaman "Meshiareni" a la Vía Láctea.
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9 "Intikubi" : "inti" en quechua significa el sol. Deduzco, pues, que "Intikubi" es el Sol deificado.
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10 "lupuma": es un árbol muy alto y hermoso de aquella selva. Está a menudo vinculado con varias leyendas selváticas que
dicen que siempre está habitado por seres vivos. En particular por la "sirena del bosque" que suele subir de noche hasta
la copa de los árboles para cantar con una voz singularmente melodiosa a la luz de la luna.
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11 "Inaenka" : Nuestro fraile "etnólogo" nos indica que ese nombre femenino se forma con "ina", prefijo femenino,
y "enk" que significa cielo.
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12 "Güengüakubi": pues, la divinidad guerrera.
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13 "Machikakas": no encontré ninguna explicación para entender esa palabra. El sentido negativo con el que la utiliza
el cacique podría hacer pensar en sus enemigos. El hecho de que los "Machikakas" sangran a "Yakubi" (véase 14) puede indicar
que Tata Kintibakori se refiere a los blancos que cosechaban el caucho, pero eso no es posible en esa época.
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14 "Yakubi": Fray Antonio escribe que los nativos solían saludar a los conocidos o allegados con "¡Ya!", por eso
"Yakubi" podrá referir al "mundo conocido", es decir, la selva como entidad global.
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15 "uacari": mono de la selva famoso por su intranquilidad y su manera de moverse.
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16 "caobas": podría ser una madera particularmente robusta.
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Juan Roberto, marzo 2011.
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