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Cortesía
El turista es muy atento, conduce en pleno Madrid en las horas de entrega y no es nada fácil. Unos vehículos surgen
de todas partes, otros bloquean la circulación y a veces hay que apretar los frenos. Afortunadamente, un amigo madrileño
le guía a través del laberinto de calles. Pero hay ruidos, bocinas, insultos... A cada insulto, el turista niega con
la cabeza pensando que los españoles son unos maleducados. pero al mismo tiempo, refuerza y aumenta su potencial léxico de expresiones
callejeras: "¡Conduces como mi abuela! ¿Qué haces parado con el semáforo en verde esperas para que madure? ¡La madre que te parió se
ha suicidado de vergüenza! ¿Cuánto has pagado tu carné? ¡Guapa, la cabeza sirve para algo más que para peinarse!..."
De repente, tiene que parar el coche detrás de una camioneta de entregas puertas grandes abiertas, disfrutaba de la riqueza inventiva
de los españoles para insultar a alguien y no la había visto. Un repartidor transporta cajas llenas de verduras hasta la tienda de
ultramarinos. Emilio, el madrileño se exaspera,
- - ¡Coño, mira este hijo de puta!
- - Está trabajando, seguro que prefería irse de vacaciones o tomarse un café en una terraza, los españoles no sois
comprensivos con los demás, os falta cortesía. Os falta templanza. Tendríais que inspirarse de las buenas formas del pueblo
civilizado. Nosotros, no gritamos, no nos reñimos, no nos peleamos. Te voy a mostrar nuestra buena educación. Ven conmigo, pero hablo yo.
Los dos hombres salen del coche y se acercan lentamente a la camioneta. Esperan que vuelva el hombre, fingiendo tomar aire pero
vigilándole para que escuche.
- - Con este tráfico nos enteramos de la vitalidad económica de la ciudad, pero, los turistas que no tienen tiempo
a veces se sienten presos de este bullicio trabajador, tengo una entrada para la muestra del Prado y tengo que llegar dentro
de un cuarto de hora. Me molestaría mucho perderla.
- - Sí, añade Emilio, sería bien que se fluidificara la circulación y que pudiéramos arrancar ahora mismo.
El turista guiña el ojo a Emilio y levanta el pulgar hacia arriba para felicitarle. Nada mejor que el ejemplo, nada mejor que
estar en buena compañía. No hace falta mucho para que el español se vuelva educado. Sin embargo el hombre sigue imperturbablemente.
Hay que ser menos evasivo.
- - Siempre he encontrado gente muy amable en España. No sé si es el carácter de los españoles (en cuyo caso los alabo),
o si respetan mucho a los turistas, pero siempre facilitaron el cumplimiento de mis deseos. A mis amigos siempre los pinto
como gente amable y servicial, atenta sensible e inteligente.
- - Nunca un español molestará a un turista sobre todo cuando a éste le encanta nuestra cultura tan bella.
Otro guiño de ojo, pero el hombre no se da prisa para entregar la mercancía. Consulta atentamente la hoja de peticiones,
verifica el número de cajas y su contenido, hace idas y vueltas muy tranquilamente.
- - Por favor señor, siento molestarle, veo que está trabajando y respeto mucho el trabajo, cada uno tiene sus problemas,
cada uno tiene que mantener a su familia, pero me gustaría llegar a tiempo al Prado y no perderme las entradas.
- - Sería una pena que no pudiera ver la muestra, parece que es una muestra estupenda, ha venido para verla y su estancia
es muy corta.
El hombre sigue inexorablemente e imperturbablemente, lento y quieto. Lleva a la tiendas las cajas una tras otra. Le importa
un carajo los buenos discursos. Al turista, las cosas no le van como quiere, se entera de que hay que ser más directo, mucho más.
- - Señor, Hágame el favor de desplazar su camioneta, mi coche está bloqueado y me gustaría poder avanzar, le agradezco
mucho su gentileza.
- - Por favor arranca ahora estamos de retraso.
Por fin, el hombre le hace caso. Los mira uno tras otro. No dice nada pero parece pensar. Busca algo en los bolsillos
de la cazadora. El turista piensa que busca las llaves de la camioneta y se dice que por fin, con cortesía, convenció
al hombre para que desplazara su camioneta para que pueda avanzar. Pero el hombre se sienta entre las cajas y dice:
- - Los extranjeros sois muy corteses. Me encanta la gente cortés, pero no puedo arrancar, ahora es la pausa.
El hombre saca un bocadillo del bolsillo tira el papel que lo envolvía a los pies del turista, muerde el bocadillo y se
concentra en su masticación.
Cogido de improviso por una actitud que no esperaba, el turista explota:
- -¡Hijo de la gran puta, me cago en tus muertos! Mi cortesía te la hundo en el culo hasta la garganta, o mueves el culo,
o arranco mi todo terreno y te destrozo tu mierdecilla sobre ruedas.
Asustado por la mirada psicópata del turista que se había puesto como una cabra, el hombre se traga de un solo golpe el bocata,
sube a la camioneta y arranca.
El turista suspira y vuelve al coche con su amigo.
- -Hay que encontrar las palabras adecuadas cuando estás con gente maleducada. No hay remedio, siempre a los españoles
les faltara cortesía...
Antón Terías abril de 2013
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