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El último cigarrillo
Ramón, con el cigarrillo en la boca, detuvo su mano armada del mechero al preguntarle el doctor.
- - ¿Sabe lo que significa su nombre en francés?
- - Ni idea.
- - Deshollina. Es necesario deshollinar la chimenea para evitar perjuicios graves, pero no se pueden deshollinar
sus pulmones. Su idea de correr cada domingo media hora en el parque, no bastará.
Ramón, muerto de angustia y recordando la película "¿Quién engañó a Roger Rabbit " su coartada cultural, exclamó;
- -¡Demonios, otra vez falló! ¿Qué hay de nuevo, viejo? -Para Ramón, ser amigo del amigo de un amigo del doctor le
permitía algunas familiaridades.
- - ¿Qué hay de nuevo? Lo nuevo, es que es demasiado tarde para ahorrar con el fin de pagarse un ataúd. ¡Hay que actuar hoy!
Eso le corto el sentido del humor a Ramón. Intentaba esconder su miedo, pero ahora, era inútil. Preguntó,
sabiendo lo que iba a ser la repuesta:
- -¿Qué tengo que hacer?
- -Dejar de fumar.
- -¡Imposible!
- -¿Prefiere ser del veinte por ciento de las personas que mueren a causa del tabaco?
Ramón se tragó su chiste: por lo tanto, ochenta por ciento mueren por no fumar, luego, no fumar es peligroso...
- -No puedo dejarlo.
- -He inventado un método para los adictos.
- -No me diga, si ninguno funciona.
- -El mío sí
- -Me salva la vida si es verdad, por fumar demasiado casi me he divorciado. ¿Qué tengo que hacer?
- - Tiene que aprender a relajarse.
- - Eso es muy fácil, para relajarme me fumo uno cigarrillo.
- - ¡Muy gracioso!, ¿por qué tiene que relajarse?
- - Porque siento mucho estrés.
- - Estamos, hay que averiguar en lo que le causa estrés.
- - Muy sencillo, como si no lo hubiera intentado...
- - Sí, pero sólo guidado por la casualidad como los demás. Necesita un método, y urgentemente si su pareja
está en peligro. Le doy una plaqueta en la que está explicado todo. No lea todo. Hay varias etapas. Lea la primera,
y cuando se sienta firme con las exigencias de esa etapa, pase a la siguiente. Le pido como un favor que, después
de la última etapa vuelva usted a contármelo todo, a decirme si todo ha funcionado bien.
Ramón salió estresado. Buscó una terraza soleada porque le estresaba la sombra, se sentó a una mesa, pidió una cerveza
y encendió un cigarrillo. Exhaló una bocanada de humo y se sintió mejor. Pero había prometido a su mujer dejar de fumar y
su alegría no era perfecta estaba manchad apor los remordimientos. Se preguntó una vez más por qué fumaba, se respondió una
vez más que porque estaba estresado. Un círculo vicioso. Sacó la plaqueta de su bolsillo y empezó a leer.
" Etapa primera. No se deja de fumar de un día para otro. Fumar es una adicción y hay que preparar su mente para
combatirla. Por eso, tiene que acostumbrarse a la idea, y elegir una fecha precisa para dejarlo. Cada día, al
levantarse, tiene que tachar la fecha en el calendario, calculando los días que le separan de esta fecha.
Y después, tiene que preguntarse porqué fuma ".
Ramón pensó que esta pregunta ya se la había hecho muchas veces y que no había servido para nada. Eligió una fecha,
una fecha muy simbólica: la del aniversario de su boda. Sus pulmones se vaciaron de la última bocanada de humo y su
corazón se llenó de esperanza y ánimo. Corrió hacia la casa. Al entrar gritó:
- - Dejo de fumar, esta vez lo consigo.
- - ¡A otro perro con ese hueso! -Lucrecia que estaba aliñando la ensalada, siguió sin mostrar ninguna
sorpresa. Su frialdad desalentó a Ramón.
- - ¿No te pones contenta? ¡Cuántas veces me has pedido que lo dejara!
- - Me sirves esta sopa fría cada mes. Ya no te creo.
- - Esta vez es verdad, porque mi nuevo médico me ha dado un método infalible. Hay reglas muy estrictas, por eso funciona.
- - Lo sabes, cada regla tiene su excepción, y tú eres la excepción de éstas de todas.
Como de costumbre empezaron los sarcasmos, luego los gritos, los insultos: la riña conyugal en todo su esplendor.
Como de costumbre los vecinos aporrearon las paredes y amenazaron con llamar a la policía. Como de costumbre Ramón
salió a la calle para fumar y calmarse. No es culpa suya si tienía estrés...
A la mañana siguiente, Ramón leyó el secundo punto del método:
"Etapa dos: hay que deshacerse de todo lo que le recuerde el tabaco, es decir el mechero, los ceniceros, las cerillas..."
La lista era larga, muy larga, además Ramón añadió amargamente: "¡el placer! Hay que deshacerse también del placer".
Esperó a que Lucrecia se hubiera ido al trabajo para tirar al cubo de basura todas las reliquias de la religión a la
que estaba renegando. Logró rechazar las ganas de encender un cigarrillo para festejar el momento histórico.
En cuanto Lucrecia cerró la puerta, se incorporó (desde que había sido despedido por fumar demasiado en la oficina
y por poner en peligro la salud de sus compañeros, se levantaba a las tantas), se levantó y aplicó su plan.
Con un martillo rompió en mil pedazos los ceniceros de cristal que reunió en medio de la mesa del salón, como un trofeo,
hundió el mechero en el agua del inodoro y tiró de la cadena pero se retuvo de hacer lo mismo con los paquetes de
cigarrillos que finalmente lanzó por encima del armario. Advirtió que algunos trocitos de vidrio habían rayado el barniz
de la mesa, entonces, los puso en un trapo rojo olvidado en el respaldo de una silla, hizo un bulto que fue a tirar al
contenedor en la calle. Por fin, decidió celebrar su victoria con unos mojitos y unos gin tonic. Los últimos calimochos
borraron lo que le quedaba de lucidez.
Un cubo de agua fría le despertó. Estaba tumbado en las baldosas de la cocina.
- - ¡Te has emborrachado como un puerco! ¿Qué hago yo con el patán en el que te has convertido?
- - Te juro que solo he bebido dos copas... tal vez tres...
- -Fumador, bebedor, borracho de mierda, mentiroso, te estás volviendo un drogadicto... ¡lárgate que voy a airear
la cocina para poder respirar en esta porquería!
Ramón se largó, estaba mareado, tenía resaca, y para mejorarse conocía un medio infalible: fumar un paquete entero
de cigarrillos, un cigarrillo tras otro, pero estaban encima del armario. No tuvo otra solución que ir al bar para
pedir tres paquetes y un Cuba Libre, ya que la Coca-Cola no tiene alcohol.
Recuperó sus ánimos después de haber vomitado sus cuatro Cuba Libre. Con sabor a vómito en el paladar y brumas de resaca en
el cerebro, pronto se arrepintió. Había hecho todo el contrario de lo que deseaba. Leyó el tercer punto:
"Etapa tres: evite el contacto con los fumadores".
Se preguntó:
- -Bueno, ¿y de quién tendría que alejarme? Me han despedido por tabaquismo pero ya me había enfadado antes
con todos mis colegas que no aguantaban mi adicción, a la nicotina, unos de ellos me echaban la culpa der sus enfermedades
respiratorias. No es culpa mía si son débiles los tíos hoy en día, tenían que buscar otro trabajo, pescaderos, por
ejemplo, sí, pescaderos con el buen aire del mar… Eso es un trabajo sano. Además, tuve que alejarme de mis amiguitos
de universidad puesto que no los aguantaba mi mujer, únicamente por el hecho de beber y fumar. Tengo que encontrar a
otros amigos nuevos, amigos amanerados de placeres modestos, amigos pusilánimes pero sanos. La tristeza es triste
pero no peligrosa, tengo que hacerlo por Lucrecia.
Comenzó a deambular en las calles bulliciosas y llenas de gente, tal como le gustaba. El ruido, las luces lo regocijaban.
Un hombre salió de una tienda, sacó un paquete de cigarrillos de su bolsillo, lo abrió de un gesto rabioso y vació el
contenido en el arroyo. Se volvió orgullosamente hacia sus compañeros que le aplaudieron y lo sacaron a hombros.
Tanta amistad, alegría y confraternidad emocionó a Ramón que se adelantó hasta el arroyo y tiró ostensiblemente sus
últimos cigarrillos, pero nadie le hizo caso. Decepcionado, se acercó a los escaparates cubiertos de carteles: fotos de
pulmones destrozados y de encías repugnantes. Por suerte, ya no tenía nada que vomitar. Era la sala de reunión de los
fumadores anónimos. Alguien le puso la mano sobre el hombro,
- - ¿Es fumador usted?
- - Sí
- - ¿Y quiere dejarlo?
- - Sí
- - ¡Enhorabuena y bienvenido! Entremos, se va a presentar a los demás que son gente muy buena.
- - Es que tengo un método.
- - ¿Ah sí?, ¿cuál? - Ramón enseño el folleto a su nuevo compañero que echó un vistazo.
- - Lo conozco, puede funcionar si uno tiene voluntad.
- - La tengo.
- - Muy bien, espéreme, me voy a despedir de mis camaradas.
Fue un poquito largo, conocía a todos y a cada uno una buena palabra para felicitarlo o animarlo. Por fin volvió,
tomó a Ramón por el brazo y le ordenó:
- - Vamos. Lo más importante, lo esencial es buscar un substituto al cigarrillo. Algo que ponerse entre los labios.
Un bolígrafo, una Chupa Chups o lo que quiera. Tengo que presentarle a un amigo mío, el ejemplo vivo de lo que acabo de
explicarte. ¿Podemos tutearnos, no?
Por supuesto que sí pensó Ramón. "Dos amigos nuevos a la vez, he matado dos pájaros de un tiro, tengo suerte".
Su nuevo amigo le hizo entrar en un club. Se sentaron a una mesa en frente de una pequeña escena. El nuevo amigo
habló para poder ser escuchado.
- - Aquí hay unos músicos geniales. Vamos a celebrar nuestro encuentro. No puedes fumar pero puedes beber.
nuevo amigo pidió dos mojitos y presentó al saxofonista a Ramón:
- - Éste toca de puta madre. Se te ponen los pelos de punta al escucharle.
Él que tocaba de puta madre empezó a tocar algo que se parecía a la vez a un tango y a un jazz.
Al reflexionar, Ramón que no conocía nada de música decidió que era tango con un toque de jazz.
No encontró nada genial, tampoco los espectadores puesto que los aplausos fueron escasos. El músico genial se
sentó con Ramón y su amigo y preguntó,
- - ¿Os ha gustado? Se llama "Jazz Tango". Intento tocar como Miguel de Caro y creo que por fin lo he conseguido.
- - Incluso tocas mejor, - añadió el amigo de Ramón.
Ramón no sabía nada de este Miguel de Caro, pero aprobó, no iba a enturbiar esta nueva amistad. El nuevo
amigo le explicó a Ramón que el músico, de niño, se había vuelto loco por el saxofón y que, siempre soplando en él, siempre con la boquilla en la boca, nunca tuvo la tentación de probar un cigarrillo.
Los amigos hablaron (y bebieron) hasta las tantas.
Un bramido ronco despertó sobresaltada a Lucrecia: ¡había un elefante en su habitación!,
¡un elefante con una trompa dorada! Un elefante llamado Ramón intentando tocar un instrumento de música.
- - Has estado a punto matarme de miedo, vas a despertar a los vecinos, ya que los vecinos se quejan, no faltaba
más que eso... Vete a dormir que pareces más borracho…. ¿Ya estabas borracho cuando has rayado el barniz de la mesa
que me regalaron mis padres?
- - Lo siento mucho cariño, pero para cumplir mi promesa he roto a martillazos todos los ceniceros
- - ¿Incluso el cenicero de mi tía Alberta, el único recuerdo que tengo de ella?
- - No me he dado cuenta, tenía tanta ilusión por dejar fumar y hacerte feliz...
- - Tal vez se pueden pegar los pedazos, ¿Dónde están?
- - Los he tirados al contenedor de basura en un bulto que he hecho con un trapo rojo.
- - ¿Un trapo rojo? ¡Mi bufanda de seda! La he buscado todo el día. Me ha costó un huevo.
- - Entonces la seda no es un bueno tejido. Los pedazos de vidrio la desgarraron en varios puntos.
- - Muy gracioso cabrón, y ¿de dónde has sacado tu flauta?
- - Es un saxofón, una ocasión, un músico me lo ha vendido por solo 3000 euros.
- - ¿Qué? Mis ahorros para ir a Venecia ¡y contigo además! ¡que estoy tonta!
Resultó una pequeña discusión que se acabó con la llegada de la policía que fue llamada por los vecinos.
Al cabo de unas semanas, Ramón no tenía más ganas de fumar y volvió a ver al médico.
- - He fumado mi último cigarrillo el día de la tercera etapa.
- - Me alegro del buen funcionamiento de mi método, está radiante de alegría.
- - No es gracias a su método, simplemente he logrado quitarme definitivamente el estrés.
- - ¿Cómo lo conseguiste?
- - Divorciándome.
Antón Terías febrero de 2013
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