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La Pajuela
El joven periodista se acercaba a la casa. Era una pequeña mansión o una villa grande, no lo sabía muy bien. Buscó un ratito
en el diccionario, pero solo se escribían las definiciones con palabras y no con metros cuadrados. El periodista que no sabía
muy bien si estaba delante de una mansión o delante de una villa grande, vacilaba: ¿iba a llamar a la verja? En esas mansiones
o en esas villas grandes habitualmente vive gente rica. Y a menudo, la gente rica se revela rica y cultivada. Habla muy bien
con un vocabulario de registro culto, un lenguaje seleccionado, una estructura cuidada... A veces las repuestas que tiene que
apuntar el periodista en su libreta son más difíciles de entender que las preguntas, y tiene que hacer una nueva transcripción
clara. Al periodista le gusta el lenguaje coloquial, más espontáneo, con errores de cohesión, pero con expresiones llenas de imágenes
y de poesía. Pero también tiene el periodista una conciencia profesional muy aguda y un artículo que escribir.
El periodista se enteró de algo muy original, el timbre era una espada. Había que hundirla en el cuelo de una cabeza de toro de bronce
para llamar. Llamó. Se abrió una ventana y se asomó una mujer madura y gordita.
- - ¿Qué quieres hijo mío?
- - Buenas tardes,señora, no quiero molestarla pero soy periodista y tengo que hacer un artículo importante y tal vez
no la molestaría responderme a unas preguntas, no quiero perturbar su tranquilidad...
Mientras que balbuceaba sus explicaciones confusas, la mujer lo examinaba con la ayuda de prismáticos. De pronto
dio órdenes sin esperar a que el joven terminara sus explicaciones y cerró la ventana. Una sirvienta malhumorada
salió de la pequeña mansión o de la villa grande, cruzó el jardín y se detuvo a dos metros del periodista para
inspeccionarle de pies a cabeza. Tenía rasgos groseros del cafre común, la manera de comportarse de una arrabalera,
la mirada afable de las Erinnias y el mohín reprobador de la Quimera. Su examen no pareció satisfactorio. Escupió más que dijo:
- - A la mantis religiosa le gustan cada vez más jóvenes y más débiles. Seguro que solo hace un bocado de estos mequetrefes.
El periodista ya era una presa. La criada, como una araña, lo había envuelto en su tela. Estaba el pobre joven paralizado,
listo para ser entregado a la mantis religiosa. La araña le ordenó:
- - Sígame, le espera la señora.
El periodista la siguió y entró en un especie de camarín con tocador, cama y espejos en todas las paredes. La señora
llevaba un vestido de tela ligera con un escote hasta el ombligo. Cogió al periodista por la mano y lo hizo sentar a su lado en la cama/sofá.
- - Dime querido ¿Qué quieres de mí?
- - Soy periodista y tengo que escribir un artículo con las opiniones de la gente sobre la tauromaquia.
- Por supuesto, pareces buen chico, te contestaré con mucho gusto.
La mujer le puso una mano en la rodilla. Era una mano gruesa con uñas largas y rojas. No era una mano sino unas
garras sangrientas. El periodista alzó la cabeza y encontró las tetas. No había bastante tela para contener las tetas.
Se abrían como flores carnales orgullosas y satisfechas. El periodista apartó su mirada y giró la cabeza: en los
espejos le perseguían las tetas. Nunca jamás el periodista había visto tantas tetas a la vez. La mujer le cogió por
la barbilla y le forzó a mirarla. Volvieron las tetas.
- - Cariño, no me hagas esperar o te como en el acto.
- - Sí señora... busco mis preguntas...
- - «Sí señora» ¡Qué amor! Llámame Carmen, como la Carmen de Bizet que enloquece a los hombres. ¿Y tú, cómo te llamas?
- - Juan...
Juan, sacó su libreta y fingió buscar la página adecuada. Trataba de tomar la iniciativa porque comprendía la alusión de la
criada a la mantis religiosa y temía ser fagocitado por las dobleces grasientas de la bruja comilona. Comenzó a leer el
artículo de periódico que había colocado entre las páginas
- - El viernes 15 de agosto, se podía leer en el periódico mexicano la Jornada, «Mujeres defensoras de los derechos de
los animales advirtieron que se desnudarán hoy, durante la inauguración de Feria Nacional Potosina (Fenapo), para rechazar
la propuesta de construir una plaza de toros. También realizarán una representación a la entrada del recinto ferial para
simular el sufrimiento de un toro de lidia".
- - ¡Qué idea estupenda! Podemos protestar también, ¡rápido en pelotas!
Carmen ya se levantaba para quitar su vestido.
- - No seño... no Carmen, la llamaré Carmen si se sienta, no he empezado bien.
Carmen se sentó decepcionada, pero no reajustó su vestido que se había quedado por encima de las braguitas.
- - Tengo que decirle que investigo sobre lo que piensa la gente de la tauromaquia. Unos gráficos de las encuestas sobre la
afición a los toros, muestra que si no hay todavía una mayoría para rechazar las corridas, ahora hay una mayoría de
gente al que este espectáculo le importa un pepino y también hay cada vez más personas que piden la prohibición
como en Cataluña y en las Canarias.
- - A mí tampoco me gustan las corridas.
- - Sin embargo, acaba de empezar a desnudarse para protestar...
- - ¡Qué listo eres chiquito! Es verdad. Soy la nueva Pajuela, pero no lidio toros.
- - ¿La nueva Pajuela?
- - El apodo de Nicolasa Escamilla así llamada porque vendía pajuelas de azufre, una famosa madrileña que lidió
con mucho éxito en varias plazas de toros. Una vez picó y lidió un toro ante la atenta mirada de Goya.
Goya la inmortalizó en un aguafuerte. No me gusta, es un dibujo malo. En el norte de México se utiliza
la palabra pajuela para referirse a una mujer fácil con los hombres. ¿Lo sabías?
- - No, no lo sabía, tampoco estamos en México.
- - Y en Colombia se llama así al acto de masturbación. ¿Ligas con chicas o te masturbas?
- - No... nos alejamos... no sabía lo de la Pajuela, es muy interesante para mi artículo.
Juan tomó su bolígrafo para apuntar y fingir hacer su trabajo de periodista pero buscaba la salida de la trampa.
- - ¡Hay juanito mío! Se te ha subido el pavo. Eres un ángel. Me encanta hacer de educadora de los jovencitos, enseñarles cosas de la vida...
- - Seño... Carmen, se trata de una encuesta muy importante, entonces, si no le gustan las corridas, ¿quiere que las prohíban?
- - ¡Qué no! Dios mío, ¡Qué no!
- - No entiendo, por un lado quiere desnudarse para protestar contra las corridas pero por otro lado no quiere que las prohíban. ¿Qué apunto?
- - Eres un cándido amorcito mío. No me gustan las corridas, pero mi marido es torero y mientras que lidia, me visitan mis amantes.
Juan miró a Carmen con ojos de carnero degollado.
- - No seas pez, ¡a la guardarropa tu gazmoñería y tus ropa! Aquí no se juega a rayuelas. Mi marido está lidiando, ¡liguemos!
- - No... otra pregunta, sabe que el Servicio de Actividades Deportivas de la universidad de Sevilla empezará este año una nueva vertiente
del Pilates, el denominado Tauropilates.
- - ¿De que coño me estás hablando?
- - Son actividades físicas...
- - Ya las tenemos las actividades físicas, no te hagas el bobalicón, no entiendo nada del pilates pero de lo demás sí.
- - Es un sistema de entrenamiento físico que aúna dinamismo y fuerza muscular con el control mental con el objetivo de
fortalecer y flexibilizar todas las zonas del cuerpo.
- - Es mi objetivo también, fortalecer y flexibilizar todas las zonas de tu cuerpo.
- - El tauropilates está basado en el arte de la tauromaquia. En una sala de gimnasio rodeada de espejos,
los estudiantes aprenden a dominar el capote y la muleta para llegar a un altísimo grado de plasticidad y expresión artística...
Carmen se quitó su vestido rojo y lo agitó delante de la cara de Juan.
- - Tenemos la muleta, los espejos y la torera. ¡Cuidado, hombre, con la estocada!
Antón Terías abril de 2012
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