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El Francés
El cabo temblaba de indignación. Reajustó su uniforme, quitó el polvo de sus hombreras y fue
a la búsqueda del sargento enumerando con voz alta todas las peores torturas que quería infligir al infame. Estaba rojo de furor,
más rojo que estos cabrones de republicanos ellos mismos. Sus ojos exorbitados aún reflejaban la odiosa imagen del infame.
El infame era francés, de eso no cabía la menor duda. Cuando vio al sargento, tuvo que pararse un instante para recuperar el
soplo y controlar sus gestos y sus ademanes.
- - ¿Qué le pasa cabo? ¿ha visto los aviones de los rojos?
El sargento se echó a reír. Lo de los aviones de los rojos era su chiste preferido. Los republicanos sabían que los nacionales ya
habían ganado la guerra. Los aviones republicanos, siempre muy tímidos no manchaban el cielo español. Solía decir el sargento
que el último había llevado a Negrín, a los rojos y a los dirigentes del PCE al infierno. Pero el cabo no tenía sentido del humor
y este día, menos que nunca. En cuanto el sargento que había estado a punto de morirse de risa recuperó un poquito la calma, el cabo escupió:
- - Ha vuelto a injuriar al ejército entero el cabrón francés.
A costa de grandes esfuerzos, el sargento se recompuso un aire marcial. El asunto era grave. Tuvo que esperar que se fueran
los aviones rojos de su mente para preguntar:
- - ¿Qué ha dicho este hijo de puta?
El cabo intentó reproducir el horroroso acento francés:
- - ¡Ala de jota cajas de estiércol!
El sargento esbozó un mohín dubitativo,
- - ¿Es todo? por supuesto, "estiércol" es grave, es tan grave como "mierda". ¿Sería más o menos grave? No lo sé.
¿Por qué dice que es francés?
- - Por su manera de pronunciar estiércol. No es nuestro estiércol, limpio y suave al pronunciar con una erre que canta.
He conocido a un gabacho que intentaba hablar nuestra hermosísima lengua. La desfiguraba a lo largo del día.
- - Sí, lo entiendo, es grave, sin embargo sabe cabo, como son los franceses, gente maleducada e ignorante de los usos. Además
de vanidosos son tontitos. Lo de las cajas del estiércol o de mierda como quiera es muy claro, todos sabemos lo que es.
Pero el porqué de la jota no lo encuentro. ¿Sería la letra?, ¿el baile? lo vamos a mandar a bailar en una caja de mierda a este canalla.
Sí, sería una buena idea. Hay que pedir la autorización del castigo al subteniente.
El cabo fue a buscar al subteniente. Rumiaba su venganza. El ultraje era demasiado grande. No se había atrevido a proponer la pena de muerte,
pero la idea del sargento le gustaba. Ya pensaba en pedir a sus hombres que llenasen la caja. ¡Ojalá pudiera ahogarse en la substancia!
Estaba sonriendo, viendo en su mente la imagen divertidísima de sus hombres en cuclillas sobre la caja para llenarla cuando encontró al
subteniente poniendo una maleta en el maletero del coche. Estaba de permiso.
- - Mi subteniente, no quiero retrasarle, pero es muy grave y urgente. Un maldito francés ha injuriado gravemente al ejército gritando:
"Ala de jota cajas de mierda" no de estiércol es igual. El sargento piensa castigarle.
- - ¿Ha gritado Allah? No es un francés, es un árabe, o un musulmán, es lo mismo. Siempre he dicho que la reconquista no fue completa.
Siempre hay moros en la costa. Hay que purificar la patria amada. Pero soy solo subteniente y subteniente de permiso. No puedo dar órdenes,
además el asunto es demasiado importante para mí. Pide la autorización al alférez y ¡lárguese!.
Justo tuvo el cabo tiempo de echarse para atrás. Gracias a su rapidez pudo conservar sus dos pies intactos, pero en cambio,
sus hombreras se cubrieron otra vez de polvo. Se sabía muy bien en el ejército, que el subteniente era como el capitán Araña
que embarca a la gente y se queda en tierra. Un cobarde teniendo enchufe. ¡Al menos habría podido fingir una ligera irritación!
Su actitud era una vergüenza para el ejército. ¿Pero qué podía hacer un simple cabo? Obedecer a su superior. Al cabo, no le caía bien
el alférez. Era una cabeza buque. Su fisonomía innoble desfiguraba el regimiento entero. Además de ser una cabeza buque, era más feo que Picio.
El Alférez desdeñaba al cabo. Decía que era un cabeza de chorlito, una macarra estúpida que morirá cabo
o fusilado (tenía preferencia por la segunda opción ya que no podía admitir que tuviese hombreras este mamarracho a quien le faltaba un tornillo).
Se sobresaltó oyendo su voz chillona (¿cuándo se atrevería este maricón a salir del armario?, esta pregunta obsesionaba al alférez).
- - Mi alférez, el subteniente me ha ordenado pedir sus órdenes. Estoy siempre a sus órdenes.
El cabo había creído más diplomático dejar la iniciativa al subteniente.
- - ¡Faltaría más! pero no tengo órdenes.
- - Entonces, tengo que hablarle del franchute, que injuria a las fuerzas armadas españolas.
- - ¿Qué me está contando?
- - Como cada mañana, subíamos nuestra bandera, un momento muy emocionante, y como cada mañana he pedido
a mis hombres que cantaran nuestro himno querido.
El cabo se puso firme para entonar:
"Cara al sol con la camisa nueva
Que tú bordaste en rojo ayer
Me hallará la muerte..."
Lo paró el alférez, esperando que el destino del cabo coincida con las últimas palabras.
- - ¿Ha venido a molestarme? tengo asuntos importantes que arreglar.
- - Mi alférez, el honor de nuestras fuerzas armadas es el asunto más importante.
- - Es siempre un listillo, cabo, no sea insolente, sé muy bien lo que tengo que hacer. ¿A qué ha venido aquí?
- - Ya lo he dicho, para defender el honor de nuestras fuerzas armadas amadas. Un comunista francés o igual un anarquista,
interrumpe cada día el "Cara al sol" gritando "¡Ala de jota cajas de estiércol!"
- - ¿Y qué significa eso?
- - No lo sé, pero basta con lo de las cajas de estiércol.
- - Será un loco, hay que asustarle para que no grite durante el himno.
- - Pero es un loco rojo, ¡merece la muerte!
- - No me parece que sea para tanto. Ve a pedir órdenes al capitán, tengo que ir y no está el teniente.
- - Tampoco es para tanto la muerte, somos novios de la muerte.
- - ¡Hostia con este mote! Nos somos lejías que se quedan a defender el importantísimo islote del Perejil. Me da asco esta rancia
liturgia militar y patriótico-religiosa. Pida órdenes al capitán y obedezca, está aquí parar eso y no para salvar la patria con su indignación.
El cabo se fue mascando su rabia: "no le parece ser para tanto, si fuera yo capitán, fusilaría a todos los traidores a todos los tibios". Pero tuvo
que añadir el capitán a la lista de los fusilados por su respuesta:
- - Cabo, sabe usted muy poco de la guerra, es una atrocidad que enloquece a los hombres. Así que seguramente está loco este hombre, pero por miseria,
no por maldad o política. No entiendo todo lo que ha gritado, pero conozco muy bien lo de las cajas de mierda. Mis padres eran campesinos, sirven estas
cajas llenas de estiércol para la cria de la lombriz roja. Mis padres vendían el humus producido por las lombrices, y las lombrices para la comida de
animales en explotaciones intensivas ya que tienen en su carne al menos 80% de proteínas. Las criaban en cajas para protegerlas de los topos capaces de
destruir todo y comérselas en unos días. Pero con la guerra, las carreras cortadas, las granjas destruidas, los campos devastados... Apuesto que este hombre
se ha vuelto loco por la destrucción de su explotación. Hay que llevarlo al manicomio para que lo curen.
Se había esfumado la venganza del cabo, pero los órdenes son los órdenes. Hizo encerrar al rojo en un manicomio.
En eso, no se había equivocado el cabo. El hombre era un rojo. Había querido integrar las brigadas internacionales, pero era débil,
solo tenía su lengua y sus malas palabras: era francés. Lo rechazaron en la primera batalla en la que hizo matar a tres compañeros molestándolos con sus discursos,
llamando la atención de los enemigos y transformando sus amigos en blancos. Pero no estaba loco.
Se enteró del hecho una doctora que abandonó la teoría para la fonética. El problema no era una neurosis, una psicosis,
una paranoia o algo peor, sino una dificultad de pronunciación. Lo explicó Laura (la psiquiatra se llamaba Laura).
- - Todo se podría resolver estudiando los lugares de articulación. Cierras las vocales y retrasas la posición de la lengua. Dime lo que motivó
tu detención antes de tu ingreso aquí.
- - He gritado Ala de jota cajas de estiércol durante el himno.
- - Es lo que yo decía. Solo se entiende bien la palabra estiércol. Es que pronuncias una t que es una dental antes de la erre. Entonces,
tienes la lengua en su lugar, aunque tengas que expulsar el sonido detrás de tus dientes.
- - Es porque no soy español.
- - En Galicia, los maestros intentaban quitar el acento gallego a los niños haciéndoles repetir la frase: Los pájaros de Guadalajara tienen la garganta
llena de trigo. No era tu problema ya que los niños confundían la g y la jota, pero es el mismo mecanismo que vamos a trabajar para que logre pronunciar
la erre. ¿Sabes algo de las reglas de acentuación?
- - Me temo que no.
- - Hay palabras agudas, las preferidas de los franceses puesto que el acento recae sobre la última sílaba de la palabra. Hay las llanas en las que el
acento recae en la penúltima sílaba de la palabra. Hay las esdrújulas...
- - Sí, eso me suena ¡todas son esdrú-brujas para mí!
Laura empezó una serie de ejercicios cotidianos. Hizo repetir al francés palabras para que las acentúe bien sin reflexionar, le pidió que leyera los textos
con un lápiz por debajo de la lengua y declamar trabalenguas.
- ¤ Los trabalenguas se han hecho para destrabar la lengua, sin trabas ni mengua alguna y si alguna mengua traba tu lengua, con un trabalenguas podrás
destrabar tu lengua.
- ¤ Te quiero más que me quieres ¿Qué más quieres?, ¿quieres más?
- ¤ ¿Cómo quieres que te quiera si al que quiero que me quiera no me quiere como quiero que me quiera?
- ¤ El amor es una locura que solo el cura lo cura, pero el cura que lo cura comete una gran locura.
- ¤ El perro de Roque no tiene rabo porque Ramón Ramírez se lo ha robado.
- ¤ Un burro comía berros y un perro se los robó, el burro lanzó un rebuzno y el perro al barro cayó.
Todo fue un éxito. Al cabo de seis meses Laura liberó al francés y a sus erres pronunciados como Dios manda. Orgulloso de su nuevo acento castellano, el francés se fue a la Plaza Mayor. Para no perder el tren y estropear la ocasión, durmió en un banco. A la mañana siguiente, llegaron los soldados y el cabo celoso de su amante que era la Patria.
Subieron la bandera y el cabo entonó su himno querido: "Cara al sol". En cuanto los soldados hubieron gritado más que cantado los dos últimos versos:
"Arriba escuadras a vencer
que en España empieza a amanecer"
Puntuó el francés el himno con su habitual:
- - A la derrota, caras de estiércol.
Hubo un disparo y el francés cayó, el cabo había juzgado que el insulto debía ser lavado con sangre. Antes de darle el golpe de gracia, el cabo oyó,
- - Por fin, me han entendido, ahora soy un soldado de verdad, gracias Laura.
Antón Terías octubre de 2012
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