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Las gafas de tus ganas
La télévision es el grifo por el cual fluye la publicidad. Fluye, se derrama, inunda nuestra vida para
nuestra felicidad. No lo sabía yo, pero ahora sí. La publicidad cambió mi vida, y eso, me lo voy a contaros, poco a poco porque es un
poquito humillante (temo que emborrone unas sencillas hojas de papel).
Vivía como un gilipollas, un tonto, un estúpido, un cabrón, un idiota, un comemierda, un bobo,
un simplón, un tarado, un tarugo, un badulaque, un cráneo de hule, una rata de dos patas, un animal de bellota, un piojo analfabeto,
un aborto de masturbación... mejor que no prosiga porque voy a decir palabrotas muy verdes. Tengo que callarme antes de que Patricia se
enrojezca, se enoje y me tome por un frescales (Ya saben que Patricia es la profesora y que tiene muy mala leche).
Entonces vivía muy mal, y no tenía ánimo para quitarme la vida. Las cucarachas de mi habitación
estaban más felices que yo. Me aburría como una caja de mataratas. Pero he escrito que bastaba, voy a contar sin quejarme.
Mi habitación era la de un hotel miserable. No era asunto de dinero sino de descuido.
Un descuido total, un descuido fatal. Una vez, tal vez dos, creí que me apetecía algo, pero una pregunta me estaba trepanando
cerebro de noche y de día : ¿Qué más me da?.
No quería nada, tampoco me quería yo. Al contrario, tartamudeaba a menudo una canción de PIGNOISE sin ir más lejos que el
infierno que estaba viviendo :
"¿Qué más me da, romper este silencio
Sé que todos me odiaís ¡arded en el infierno!"
Pero también:
"Porque el mundo si me ha hecho vacío por dentro
Porque ladro, porque muerdo, porque soy muy perro
Soy un delincuente con los sentimientos.
Porque todo me da igual. me da igual me da igual..."
y al final como una cándida nena adolescente, a cantar como Patito :
"todo se puede encontrar aunque lo creas perdido
abre tus alas y empieza a volar que es la única verdad."
Había leido el libro de un farmaceútico francés, Emile Coué quien inventó una técnica de curación
basada en la autosugestión.
Pero si mis ensayos de acondicionamientos no funcionaban (seguía con las alas cortadas), lo cierto, es que he perdido algo.
¿Y qué he perdido este día infame? ¡MI DIGNIDAD!
¡Cajaro! Ahora soy más bruto que el carajo. Antes vivía en el paraíso. Tenía un muy buen trabajo
con responsabilidades, cobraba muy buen sueldo y tuve un accidente, estúpido como todos los accidentes, y bajé al infierno.
No me atropelló un coche ya que fue en mi oficina, no me caí por la ventana, no me puse enfermo; perdí mi dignidad y me fui del despacho.
Todavía oigo las risas de mis subordinados. Ya no era un jefe, sino un payaso. Para añadir a mi derrota, huyendo, me choqué con la puerta
y se me rompieron las gafas. Salí a tientas del inmueble.
Delante de la puerta de mi casa, me temblaban demasiado las manos y no pude abrirla entonces, pedí una habitación en el primer hotel
que encontré; me tumbé en la cama y me puse a llorar para extirpar la rabia de mi cuerpo. Lloré toda la noche. Al amanecer, no había
rabia en mi, sino vergüenza y desesperación. Nunca jamás me atrevería a volver a la oficina.
Me levanté. Estaba vestido tal como me había echado a la cama y a pesar de un traje muy arrugado,
caminé hasta mi casa. Había mucha bruma en la calle, no por culpa de la meteorología, sino por qué me faltaban mis gafas rotas.
En la puerta de mi casa, intenté varias veces introducir la llave en la cerradura, pero no funcionaba, no podía girar las llaves.
No entendía el porqué de mi incapacidad, pero oí un ruido y me fui, tampoco sé porqué. Quizás porque tenía hambre y que jamás había
podido pensar con el estómago vacío. Volví al hotel para esperar a que abrieran los bares.
Mi habitación estaba fría, triste, desesperada como yo esperando la hora de comer. Y así se volvió mi vida entre esperar y desesperar.
No encontré fuerzas para ir más adelante hasta que escuché la publicidad.
Comía en un restaurante miserable, un tugurio que me parecía corresponder a mi estado. Era, como el
cantante, vacío por dentro, pero ni tenía valor para ladrar y menos morder. Un perro si, pero de ahogar. El humo de los cigarrillos
no me molestaba ya que no veía nada. El rey del tugurio era un aparato de televisión siempre encendido. El sonido era siempre
demasiado fuerte, pero eso me convenía, el ruido alejaba mis ideas negras.
Estaba acostumbrado a oír voces discordantes alabar los méritos de detergentes, coches, bebidas, zapatos, relojes, viajes,
móviles ... y de repente, un choque eléctrico al reconocer la dulce voz de Patito. Mi heroína cantaba :
Se alejan tus problemas
Con las gafas de tus ganas.
Me acerqué a la televisión . Patito, la chica tan bonita, bailaba en el país de Disney. Vi al príncipe besar a Blancanieve,
a Dumbo volando con sus orejas (abre tus alas y empieza a volar que es la única verdad), a Aladin en su alfombra voladora
(sin alas pero volando con más gracia), a Mary Poppins subiendo al cielo (con su paraguas), a Peter Pan y al hada Campanilla
(volando por magia pura). El hada Campanilla era tan preciosa como Patito. De verdad ¿Sería verdad que yo, podría volar como
los personajes de Disney?
Y después del encanto, la ducha fría: una anciana diciendo,con su voz de falsa virgen :
Antes no podía ni moverme
Me ha dado la vida
Una publicidad ridícula para un activador de circulación. Pero ya no necesitaba activador o cualquier aparato, como el Fénix,
había renacido. Odiaba a esta vieja bruja. La mandé al diablo y me caí al suelo tras recibir un fuerte empujón.
- - ¡Coño, aléjate que podamos ver el fútbol!
Sin gafas, no veía nada, y para admirar a mi divina Patito, había metido mi nariz literalmente
en la pantalla. Ya que estaba, perdón, ya que soy un poquito cobarde (pero no demasiado), volví a mi mesa eligiendo la técnica
de caza a la espera. Esperaba la publicidad para acercarme otra vez. Durante la publicidad, nadie me molestaba porque todos aprovechaban
este tiempo para beber muchos tragos. Necesitaron días y días para aclarar lo de la publicidad. Pero conseguí hacerlo y me fui a la tienda.
Caminando, me repetía las preguntas de mi chiquita de amor:
- ¿Estás perdido en un mundo cruel?
- ¿No te atreves a soñar?
- ¿Estás viviendo una vida llena de torturas?
- ¿ Los demás son tus verdugos
- ¿Temes verte en un espejo?
- ¿Te sientes estúpido y feo?
- ¿ Todo te sale mal?
- ¿No te sientes a la altura de lo que exige la vida actual?
- ¿Piensas que no vales nada y que no tienes derecho a ser feliz?
- ¿Dudas de tus capacidades?
¡Yo no! Creo en tí.¡anímate! ven a verme. Tan pronto como lleves las gafas de tus ganas,
lograrás ser todo lo que mereces porque todo se puede lograr».
Afortunadamente, la dirección estaba escrita en letras grandes y logré leerla. ¡Un buen presagio (peus, como Pe,¡porque yo lo valgo!)
Al llegar a la tienda « PATITO BELLO », un vendedor muy amable me explicó que la ciencia acababa de descubrir un método
de sugestión mental que era un verdadero milagro. Luego, me preguntó sobre mis deseos. Me sentía en confianza en la cuna de la ciencia, y le dije todo
pegando mis labios a sus orejas para que nadie me entendiera.
El hombre se levantó y se encerró en un laboratorio. Oí aparatos funcionar, vibrar, roncar, emitiendo sonidos, zumbidos,
chasquidos,estrépitos, crujidos , ronroneos más raros unos que otros. Ya me sentía más valiente : la ciencia trabajaba para mí. Y trabajó muy bien
porque el hombre me puso unas gafas maravillosas. Veía mejor que antes con mi gafas de jefe.
- - Hay un altavoz en las patillas, cuando oirás un timbre, sabrás que tienes ganas de orinar.
Lo había dicho este cabrón lo de mi incontinencia, pero estaba demasiado contento para quejarme y firmé el
préstamo para pagar estas gafas carísimas.
- - Pero es probable que tengas confianza en tí mismo y que logres orinar antes de que suene.
El día que abandoné mi despacho y mi trabajo, había una reunión y escribía ordenes en la pizarra. Mis subordinados escuchaban o fingían hacerlo. Sufrí una
incontinencia y me oriné en la ropa. Huí, los pantalones empapados y el oído lleno de las risas de mis subordinados. Teniendo miedo cerval de sufrir
incontinencia crónica, nunca he buscado otro trabajo.
Pero ¡todo va a cambiar! Ya no padezco incontinencia ya que nunca oigo el timbre. Podré buscar otro trabajo y volver a encontrar
mi dignidad. El sólo timbre que me molesta ahora, es el del acreedor persiguiéndome y a amenazándome de que van a venir a llevarse todas mis cosas porque no puedo
pagar las mensualidades del préstamo. No quiero que lleven mis cositas ( he vuelto a mi apartamento, me había equivocado de puerta, es normal que no hubiese
podido abrirla).
¿Y qué tal la noche? Muy bien. Como temía acostarme, dormirme y orinarme en la cama, tuve la idea de llevar mis gafitas.
Lo estupendo es que ahora, ¡puedo ver mis sueños y aprovecharlos!
Tengo que concluir mi confesión con la publicidad francesa de jamón en la que una chiquita preciosísima nos pregunta :
Antón Terías, abril 2010
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