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Fallo en las Fallas
- - Lo tengo todo planeado.
- - No me toques los cojones con tus planes. A mí, solo me importa el dinero, la pasta, la guita,
el parné, la plata, los cuartos...
- - Tendrás más, tendrás oro.
- - ¡No me jodas! ¿Vamos a atracar un banco?
- - No, hoy en día es casi imposible, pero lo sabéis todos, Tragaduro jamás se rinde.
Tragaduro estaba muy orgulloso de su apodo. No sabía que le habían nombrado así para burlarse de él:
un duro no tiene valor. Pero él, resaltaba el adjetivo duro. No era un ladrón cualquiera. Era duro de pelar.
Intentaba olvidar sus años de cárcel en la que se mostraba más dócil, más maleable y sumiso a sus compañeros,
unos brutos a quienes temía. Ésos le llamaban Tragapolla.
Sin embargo, su última estancia en la cárcel fue una maravilla. A un mafioso le habían gustado su experiencia
y su conciencia y, antes de la liberación de Tragaduro, éste le había regalado el plan del robo del siglo.
Un pequeño siglo, un pequeño robo para un pequeño ladrón, pero un plan estupendo. Este plan Tragaduro
estaba explicándoselo a sus hombres ya que hoy, por fin, era jefe.
Daba la cara con aire de cara dura puesto que a sus hombres les faltaba disciplina. Eran indóciles y con atención
limitada. Pero era él el jefe. Les explicó que atracar un banco era un suicidio, pero que atracar una tienda tienda
de compra y venta de oro no lo era. Algunos de sus hombres se rebelaron:
- - Sí, vas a robar los pendientes destrozados de la abuela y el diente de oro de su marido.
- - Eres un imbécil Tragadura, no voy arriesgarme por un duro, sé ahora porque te llaman Tragaduro. ¡Eres un gilipollas!
Las dos últimas sílabas del insulto azotaron la vanidad del jefe. Sacó una pistola de su bolsillo.
- - Te callas o te mato. Eres tú el imbécil, ya te lo he dicho, lo tengo todo planeado.
Tragaduro volvió a exponer sus planes a sus hombres.
- - Por supuesto, no hay mucho oro en las tiendas, pero tengo informaciones, y eso es asunto de profesional.
Me temo que no haya muchos aquí. Hay una nueva cadena en Valencia: "T kompro tuoro". Cada fin de semana,
todas las tiendas llevan el oro comprado a la sede que tiene caja fuerte. Mi fuente me ha dicho que además
ha vendido su oro el heredero de la duquesa de Cardona. Tiene deudas de póquer con gente que tiene poca
paciencia. Habrá un montón de oro en la caja fuerte.
- - ¿Pero si en la asistencia no hay nadie capaz de abrirla? Conocía a un experto, pero está en la cárcel.
- - No necesito a ningún especialista sino explosivos, afirmó Tragaduro.
- - ¡Coño! No me hagas reír que tengo el labio partido...
- - Basta esperar a la Nochebuena y ¿va a cantarnos la Marimorena para tapar el ruido este mamarracho?
Otro latigazo al orgullo del jefe que disparó al insolente. ¿Un mamarracho? ¿él? Con
lo caro que le había salido el alquiler del esmoquin, no había podido tolerar el adjetivo.
Había visto una película en la que el ladrón francés Arsène Lupin robaba y engañaba con distinción,
elegancia, clase, estilo, educación e incluso cortesía. Este ladrón tan refinado siempre llevaba esmoquin.
Nadie desconfía de los que llevan esmóquines. Era el secreto y Tragaduro lo había descubierto.
Falló el tiro, pero volvió la calma.
- - La próxima vez daré en el blanco. Soy un tirador de élite.
- - ¡Qué mala suerte tiene la pantalla del televisor! ¿Cómo vamos a ver los partidos de fútbol?
- - Ahora nada os distraerá, tenéis que estudiar el plan con minucia. Yo lo tengo todo planeado. No voy
a cantar un villancico a unos mequetrefes, porque el ruido de la explosión será menos fuertes que los de la Mascletá.
- - ¿La más que qué?
- - ¿Qué habéis aprendido en la cárcel? En toda España, no hay espectáculo pirotécnico comparable a la Mascletá.
Este espectáculo tiene dos protagonistas, el ruido y la estridencia de los petardos más potentes llamados masclets.
- - Ni idea de la Mascletá. Si existía, hubiera oído el ruido ¿no?
- - Imposible desde la prisión de Nanclares de Álava, tampoco tú, siempre borracho en el fondo de una taberna
lóbrega entre dos estaciones en la cárcel de Cuenca. Y tú que desde tu liberación condicional nunca saliste de tu
chabola de Cañada Real fumando un un porro tras otro, ¿qué te importa aparte de la droga? Sois tres bufones,
el bufón de los etarras, el bufón de las tabernas y el bufón de los camellos.
Los tres hombres bajaban la cabeza desviando la mirada, que el jefe decía la verdad. Éste les explicó:
- - En las fallas de Valencia, cada día, desde el uno de marzo hasta el día se San José, a las dos de
la tarde, miles y miles de personas se congregan en la plaza del ayuntamiento para la Mascletá, acontecimiento
único e imprescindible. Mucho ruido y nadie en las calles. Afortunadamente, la caja fuerte que vamos a hacer
explotar está en una tienda cerca de la plaza. Nadie va a enterarse del ruido.
Los tres hombres ya despilfarraban el dinero. Al cabo de un rato, uno de ellos, ya pobre, recuperó el sentido de la realidad.
- - ¿Habrá billetes, joyas y lingotes?
- - No vamos a estorbarnos con billetes de banco, tomaremos solo los lingotes de oro.
- - Pero son muy pesados, ¿cómo vamos a transportarlos puesto que las calles estarán bloqueadas y que no tendremos coches?
- - Lo tengo...
- - Todo planeado ya sabemos, ¡contéstanos!
- - Habrá dos etapas. Primero vamos a fingir arreglar y decorar nuestro ninot.
- - ¿Nuestro qué?
- - Nuestro ninot. Los ninots son personajes de madera, cartón, papel maché, tela o escayola, unas estatuas
satíricas colocadas en los monumentos falleros. A la gente le encantan estos muñecos que se burlan de la actualidad,
de los políticos corruptos, de los famosos... Se plantan por toda la ciudad. Cada año tienen dimensiones más
colosales. Nuestro monumento tapará la entrada de la tienda, y esconderemos los lingotes en un ninot.
Robaremos un domingo, no habrá empleados y mi fuente me dio el código de alarma.
- - ¡Estupendo!
Los tres hombres empezaban a creer en Tragaduro. Tenía razón el jefe, lo tenía todo planeado.
Pero todavía faltaba la segunda etapa, la más interesante, en la que cobraban...
- - ¿Y la segunda etapa?
- - Empujaremos el monumento fallero (sobre ruedas) hasta un banco que está cerca. La gente va a reírse mucho.
El ninot es la efigia de un chico bajándose el pantalón y enseñando el culo. Todos van a pensar que es un corte
de mangas al mundo financiero que nos ha conducido la crisis. Lo más divertido es que sabemos nosotros que el ninot
tendrá el culo lleno de lingotes de oro, porque será el escondite del oro que sacaremos de la caja fuerte.
- - ¿Y después? ¿Quieres abrir una cuenta en el banco con nuestro oro?
- - El monumento fallero estará situado en la vertical de una alcantarilla. Solo habrá que quitar la
tapa de la alcantarilla, sacar los lingotes del culito del ninot por debajo del monumento, y llevarlos fuera
de la ciudad por la red de alcantarillado. Me ayudaréis.
El sueño se volvió pesadilla.
- - No cuentes conmigo, me aterroriza la oscuridad.
- - Y a mí, el agua desde que se ahogó mi padre intentado huir cuando le pillaron robando en un barco.
Solo iré con vosotros a Valencia si no nos acercamos al mar.
- - Entonces, tampoco conmigo, no quiero estar solo contigo, ya has querido matarme.
- - Bueno, lo haré solo, pero es normal que mi parte sea más grande ya que soy el jefe y el que tiene el plan,
que trabajo más que vosotros, y que ya he gastado en comprar explosivos, materiales para hacer el monumento fallero
y además he pagado para que me confeccionaran el ninot.
Tras media semana de riñas, querellas, berrinches, pendencias, altercaciones, disputas, contiendas, peleas
en la que se sacaban navajas o pistola (solo para asustar a los demás, ya que el jefe, el que tenía una pistola ya
había utilizado su única bala, y no tenía dinero para comprar otras), llegaron a un acuerdo.
El robo salió tan bien como el viaje (eligieron carreteras desde las que no se veía el mar). Solo fue un
poquito difícil y laborioso empujar el monumento fallero porque, debido al peso de oro que debía sostener,
había hecho falta una estructura de acero y hasta un poco de hierro colado. A la gente le gustaba este
culito frente al banco y lo veía, como una provocación. Los policías nunca habrían podido sospechar que los
lingotes estuvieran tan cerca de la tienda. Buscaron por toda toda la ciudad, bloquearon las carreteras,
registraron los trenes pero todo fue en vano: volvieron con las manos vacías. Solo los lingotes quedaban por recuperar.
El primer día Tragaduro destrozó sus zapatos de charol hundiéndolos en el agua sucia de la alcantarilla,
y al jefe no les gustaba caminar con los pies mojados. Salió para robar unas botas en un escaparate. Pero
solo estaban expuestos los zapatos del pie izquierdo. Afortunadamente en las alcantarillas no se notaba
ue el jefe llevaba una bota verde y una roja.
El segundo día se entrenó en andar con el pie derecho encogido. Le dolía mucho el pie derecho, pero pensaba
en los lingotes y soportaba el dolor. Caminó unas horas. De vez en cuando, subía la escalera para levantar la tapa
y situarse. Desafortunadamente, era su primera estancia en la ciudad y no reconoció nada.
El tercer día intentó otra vez encontrar la tapa de su tesoro (pensaba en matar a los inútiles que solo habían
empujado el monumento fallero, si encontraba dinero para comprar balas. Se encuentra todo en las alcantarillas).
No era demasiado difícil avanzar: al tener poco desnivel, los colectores tienen una pendiente escasa y gran diámetro
pero por esta misma razón se sedimentaban los residuos y estaba Tragaduro muy contento de llevar botas que ya
estaban tan sucias que ni se notaba la diferencia de colores.
El cuarto día se perdió. Sabía que había casi mil kilómetros de colectores. Escuchó los ruidos, muchos de agua
pero unos más raros, como de sirenas. Pensó que eran las de los policías. No le podían ver y estaban en el lugar
adecuado cerca del ninot y del oro. Se dirigió hacía el ruido que había desparecido. Por supuesto, tantos días
después del robo, los policías no le buscarían allí. Caminó tres horas y llegó al puerto. Las sirenas eran las de
los barcos. Por lo menos sabía que se había equivocado, y que tenía que ir en dirección contraria.
Era de noche cuando oyó clamores. Se acercó a una tapa y la levantó para tratar de situarse.
- - La cremá, la cremá, ¡vamos a la cremá!
Se le heló la sangre en las venas: le quedaban pocas horas. Le había advertido el mafioso:
- - El último día se queman los monumentos falleros. No tendrás mucho tiempo para recuperar
los lingotes. Este año el 15 de marzo es un domingo. Es el día en el que se instalan los monumentos
en las calles, es la plantá. Pero son quemados el 19 de marzo por la noche, es la cremá. No puedes perder tiempo.
Al menos comprobó que estaba en avenida del puerto, a menos de cinco kilómetros del oro, sin embargo las luces
de los hogares mostraban que la cremá ya había empezado. Se puso a correr pero cuando llegó, ya el oro salía del
culo del ninot como un arroyo: el oro se estaba fundiendo debido al calor del fuego.
- - ¡Milagro! el ninot caga oro. Es un milagro, en las fallas, hacemos cagar al tío.
La gente empezó una ronda para cantar la canción tradicional de Cataluña en Nochebuena:
"Caga tío
Almendras y turrón
No cagues arenques
Que son demasiado salados
Caga turrones
Que están más buenos
Caga tío, caga tío".
Se habían acabado los sueños. Tragaduro con el corazón roto y el alma partida estaba al punto de
salir al aire libre cuando sonó su móvil. Había cobertura en la red de alcantarillo. Era un SMS de sus hombres:
" En cuanto salgas, te matamos".
El triste epílogo de esta pequeña tragedia, lo escribió un periodista del periódico NV (noticias valencianas)
.
" El milagro de San Tragaduro
El obispo de Valencia presidió la tradicional misa de apertura de la fallas dedicada al santo local, San Tragaduro.
Se celebra cada año desde el hallazgo de huesos y harapos de esmoquin. Nadie sabe cuántos años el ermitaño
vivió en la red de alcantarillado, tampoco porqué eligió este lugar tan simbólico. El obispo vio en él
un nuevo Cristo deseando encargarse de lo feo de nuestra civilización: la suciedad de nuestros comportamientos, la obscenidad,
las ideas abyectas, es decir, de nuestra basura mental.
Pero ¿cuál es el milagro de San Tragaduro?
El Santo nos hizo conocer su nombre sin que hubiéramos logrado saber nada de él tampoco de sus otros milagros,
para que lo celebrásemos la víspera de las fallas."
Antón Terías Febrero de 2012
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