tintero





Don quijote a la pluma
pluma y tintero
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La botella mágica


     El hada madrina se lo pasaba fenomenal. Estaba tumbada sobre el musgo de un maravilloso bosque. Un viento suave acariciaba su piel. Escuchaba el canto melodioso de una fuente fresca y el piar embriagador de los pájaros. Además, estaba saboreando su cuarto mojito después de haber probado dos cuba libres (para los lectores que no conocen las costumbres mágicas de las hadas, los ingredientes no se mezclan en una coctelera, se utiliza la varita mágica). Sus pensamientos sufrían interferencias por el alcohol y se confundían. No se daba cuenta de que un pájaro intentaba desde hacía un largo rato, llamar su atención. De rabia, el pájaro le cagó sobre la nariz. Pero el hada madrina ya bizqueaba y no notó nada. El, pájaro, deseperado, cagó otra vez en la copa. Al tragar, el hada madrina sofocó, asfixió: no era un cubito de hielo lo que tenía en la boca. Se incorporó, El pájaro se posó sobre la copa que todavía el hada madrina tenía en su mano. El hada madrina se puso a cantar fingiendo ser Luz Casal si misma:

« Piensa en mí cuando sufras
Cuando llores, también piensa en mí »

Pero no era Luz Casal y el pájaro se tapaba las orejas con sus alas. Este hada madrina es una catástrofe. El pájaro conocía la canción y esperó el momento fatidico. El hada madrina seguía cantando (era lo que creía hacer pero esto parecía ser más bien el rugido de una sirena de fábrica)
« Si tienes un hondo penar, piensa en mí
Si tienes ganas... »

El pájaro aprovechó la oportunidad y le cagó en la boca que tenía abierta de par en par. El hada madrina se puso como una furia amenzando el pájaro con su varita mágica. Éste se echó a reír. El hada madrina muy enfurecida y todavía más ofendida fue a ver a su ahijada Anita. Anita estaba llorando y había un charco de lágrimas en el suelo. Se hizo oír un ruido de alas, y una sombra oscureció el brillo del vestido de seda del hada madrina. El pájaro se había acercado de manera peligrosa. Esta última frase hizo llorar a Anita más fuerte.
« cuando quieras
quitarme la vida, no la quiero para nada,
para nada me sirve sin tí»
     Afortunadamente, ya que era sorda, no oyó el hada madrina, lo que decía su ahijada. El hada salió del bosque sin saber adonde ir. Lo que sabía es que tenía una sed como nunca había tenido. Se fue a un bar. Un hombre estaba leyendo « El Principito ». ¡Claro que tenía la solución! Se acordaba de lo que pensaba el principito del farolero: « Por el contrario a mí, es el único que no me parece ridículo. Tal vez sea por ocuparse de una cosa ajena a si mismo ». Si el hada madrina lograba encontrar al farolero, le pediría que apagara la luna. Al hada madrina le encantaba este libro. Pero, antes de colocarlo en su biblioteca había arrancado las páginas del capítulo doce, el del bebedor. El camarero trajo una copa, pero antes de beberla, el hada madrina llamó al principito (después de beber, perdía su poder, y lo perdía más que a menudo. El hada madrina suspiró profundamente y bebió su copa. Sólo una copa, tenía trabajo. Iba triste y sin ánimo. ¿Quién podría ayudar a un hada? Ah sí, Mortadelo y Filemón. De repente, oyó a Filémón gritando: El hada volvió al bar y se bebió cinco copas. El alcohol puso fuego a su sangre... Pero ¡claro! Ahora tenía la idea. Se había acordado de un relato tradicional que había oído en Mula (Murcia, es una pequeña región poco conocida de la cual los habitantes y nativos son un poco extraños, pero que realmente existe).

Un hombre, muy pobre y muy anciano, volvía de noche con una carga de leña sobre las espaldas. La noche era muy fría y, agotado por el largo día de trabajo, se sentó a descansar. En el cielo brillaba la luna llena. Desesperado por el cansacio y el frío que no podía agotar más en su edad, el hombre pidió: La luna, apiadándose del pobre hombre, bajó y se lo llevó. Pero se llevó también la leña que portaba el hombre en sus espaldas. Hoy son las manchas que cada uno puede ver en la luna.

El Dios de las hadas le había apuntado la idea. Bienaventurados los borrachos porque ellos verán a Dios dos veces (¿Se mueren las hadas?). Hay que hacer hogueras con la leña y poner fuego. Será la última luz de la luna. Cuando habrá quemado, no será más que un sol negro. ¿ Y quién es bastante estúpido para querer un sol negro? Sin embargo, ¿quién podría hacerlo?, Superman por supuesto... Y Superman apareció. El hada madrina el cerebro nublado por los vapores de alcohol, no había pensado que el calificativo de espantapájaros se dirigia a ella. Superman no le dio tiempo para preguntarse dándole una botella y para el hada, la botella borra las neuronas y el pensar. Sin agradecerlo, la hada madrina se fue para beber tranquila. Al primer trago, hizo una mueca horrible. Demasiado azúcar y ni una gota de alcohol. Leyó Coca cola sobre la botella antes de tirarla lo más lejos posible. No entendía porque la Coca Cola era tan buena en cuba libre y tan mala sola. ¡Eso era magia negra! !El recuerdo de esta bebida azucarada sin ron era tan horrible como la canción de cuna que le cantaba su madre. ¿Qué le cantaba?

« Duérmate querida,
que la luna suele
llevarse a los niños
cuando no se duermen ».

Otra idea : ¡ojos que no ven, corazón que no siente ! El hada madrina estaba orgullosa de si misma. En toda su vida, nunca había tenido tantas ideas. Si el príncipe se va, el amor de su tontita ahijada se marchará con él. Tenía que volver al bosque e intentar que no se durmiera.
El hada madrina volvió deprisa, buscó al príncipe, se escondió detrás de un árbol y esperó que cayera la noche. Tal como vio la luna, se puso a cantar. Nunca su madre había podido soportar sus cantos, su voz tan horrible... ¿Por qué la luna podría hacerlo?
El hada madrina cantaba sin parar, pero los vecinos del bosque quedaban tan impasibles como la luna. Muy cansada, al amanecer gritó El hada madrina se calló, no podía más. Pasaba algo raro en este bosque. Puso entonces su aparato auditivo y oyó una música muy alegre. El pájaro se acercó con un gran ruido de alas. El hada madrina se protegió con los brazos: El pájaro explicó lo que había ocurrido. El príncipe miope, caminando, había entrado en una botella. El vidrio de la botella sirvió de lupa y por fin el príncipe vio a Anita. En seguida, se enamoró de tu ahijada y los casamos hoy en el castillo. Puedes venir, estás invitada, Anita no es rencorosa.

El sexo femenino, como el gato, siempre cae parado...

Y COLORÍN COLORADO este cuento se ha acabado.

Antón Terías, mayo 2010


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